sábado, 30 de agosto de 2008

¡Hola a todos!


La clase pasada estuvo interesante ¿no lo creen? De una clase de Taller de Investigación parece que se está convirtiendo en una de Defensa por el Oficio del Historiador, lo cual se me hace excelente.


Siento que preguntarnos por el fin y la función (social o no) del historiador es crucial, y que esta clase de debates, bien encausados, pueden llegar a ser muy enriquecedores, pues algo que casi nunca tenemos claro, nosotros los estudiantes de historia, es porqué estudiamos lo que estudiamos.


Si ya nos tumbaron toda esperanza de hallar "verdad"; toda posibilidad de pretender ver el pasado como tal; de descubrir lo aún desconocido; toda esperanza - y está sí que a mí en lo personal todavía me cuesta pensar - de predecir con la ayuda de la historia, es decir, historia Maestra de Vida; entonces, actualmente, de qué manera podemos defender nuestro Oficio y que sigamos los ocho semestres de esta carrera.


Como bien lo dijo Priscilla en clase, el historiador al escribir historia siempre parte de una posición, es decir que, si acaso un deber tiene el historiador, éste es el de reflexionar sobre su propio oficio y desde ahí posicionarse en donde mejor le parezca, para así producir historia. Los historiadores más destacados lo han hecho, y es de uno muy importante del que me gustaría hablarles hoy, pues su reflexión parte de la misma pregunta que nos hemos estado haciendo en clase: ¿Cuál es la función de la Historia?


Marc Bloch y su Apología para la historia o el oficio de historiador

Bloch plantea una posible respuesta en la Introducción a su libro. Tomando en cuenta que para su época la atmósfera mental ya no era la misma. Las teorías físicas, como la cinética de los gases o la de la mecánica de Einstein, habían alterado profundamente la idea de que todo se formaba de la ciencia. Las dos terribles guerras en Europa también habían contribuido a crear un ambiente de incredulidad y desencanto hacia ideas como progreso y bienestar.

Evidentemente la respuesta por la función de la historia no se responde tan solo en la introducción; pero sí podemos hallar un esbozo de lo que más adelante, las siguientes generaciones de la Escuela de los Annales, intentarán evitar. Esto es, pretender que la historia explica si se toma de manera aislada, esto es, sin la ayuda de otras disciplinas. Para Bloch ya desde este entonces, resulta indispensable la cooperación entre los distintos conocimientos, para de esta manera ampliar la historia.

Él concluye el capítulo diciendo lo siguiente acerca del libro: "es el compendio de un artesano a quien siempre le ha gustado meditar sobre su tarea cotidiana, la libreta de un obrero que por muchos años ha manejado la toesa y el nivel, sin por ello creerse matemático"

En manera de conclusión, lo que yo rescataría de este primer capítulo de Bloch, es que el historiador, sin afán de ser un todólogo, si debe de llevar la reflexión a todos los ámbitos de la vida. Claro que lo que Bloch propone es la interacción entre distintas ciencias para hacer un panorama más amplio y una reflexión más profunda. Pero qué tal si lo que hacemos es llevar más bien la reflexión a distintos ámbitos de la vida, esto también nos permite ver un panorama más amplio.

1 comentario:

Priscilla H. H. dijo...

Me parece sumamente intersante tu postura y me parece que habría que empezar por nosotros mismos como historiadores, como personas, porque a veces lo más difícil es llevar estas ideas a "casa".