La participación de la mujer en el siglo XV, Los desposorios de Giovanni Arnolfinni.
“…Manteneos erguidas mirando de frente ante vosotras y si queréis dirigir la
mirada a un lado volved cuerpo y rostro a la vez…”[1]
El papel de la mujer en la Historia, siempre ha sido preponderante; en la antigüedad esta preponderancia era, hasta cierto punto, oculta y, en la actualidad es casi manifiesta.
Me atrevería a decir, que la participación femenina fue importante, aunque no figurara, dado que en todas las manifestaciones del arte aparece, ya sea en la escultura, la pintura, o la literatura aunque casi nunca las obras fueran firmadas por ella.
Durante la Edad Media, tanto en sus albores como en su final, la mujer fue objeto de polémica en la literatura, en la que los autores se clasificaban como feministas o antifeministas según ensalzaran o vituperaran su presencia, y en donde la figura femenina era elevada a la posición de exalsitud o denostada al extremo de la misogenia.
Entre los autores feministas del siglo XV en España existían algunos que mas que ponderar las virtudes de la mujer se concretaban a mostrar sus diferencias con los varones, como fue el caso de Pérez de Tudela, el cual si bien no las alababa tampoco las satanizaba.
Otros en cambio como Fray Martín de Córdoba, en su obra: el Jardín de las nobles doncellas, dedicada a Isabel de Inglaterra, cuando fue nombrada heredera al trono por su hermano Enrique IV, no solo rebatía los conceptos vertidos por los escritores misógenos sino que establecía una especie de tratado tendiente a orientar su reinado sobre las bases morales que habrían de guiar el desempeño de la mujer en la sociedad.
Otros feministas solo expresaban su inquietud por establecer normas morales, como Juan Luis Vives o Fray Luis de León. El primero, en su obra “Instrucción de la mujer cristiana” la dirige a iluminar a los padres sobre la educación que deben dar a sus hijas, jóvenes cristianas; y el segundo en su obra “La perfecta casada” orienta a los maridos sobre lo mismo, respecto a su mujer.
Los autores antifeministas en cambio, solo veían aspectos malos, ruines y viciosos llegando a asegurar inclusive, que “la mujer es, por naturaleza, mas viciosa y proclive a la maldad que el hombre”[2]
Los antifeministas, fueron claramente influenciados por la obra del escritor italiano Giovanni Bocaccio, autor de biografías femeninas y de la obra Corvaccio, en la que critica duramente y sin razón a las mujeres.
Para los misògenos, la mujer era la culpable de todos los vicios y desgracias que aquejaban a los hombres, empezando por Eva, en la Biblia, culpable de hacer que Adán cometiera la falta e inductora del pecado original en la humanidad, en cambio los feministas, cuestionaban esta aseveración considerando que en la Biblia la prohibición no era para Eva, sino para Adán, y el culpable de la desobediencia en todo caso no fue ella sino él; y que si bien la mujer tenia debilidades y vicios estos no eran mayores que los de los hombres.
Mediando entre estas dos corrientes, existían los moderadamente feministas, los que se constreñían a señalar las virtudes que según ellos debían adornar a la mujer.
En primer lugar, una virtud que según afirma Diego de Valera debía ser inherente a la condición de mujer era la castidad puesto que “hay mujeres que están dispuestas a poner su castidad por encima de todo lo demás.”[3]
Sin embargo, para otros como Alfonso Martínez de Toledo arcipestre de Talavera, el problema radica en que “la mujer es lujuriosa por naturaleza, la gran tentadora, capaz de arrastrar al hombre, incapaz de resistirse a sus encantos al abismo de la pasión.”[4]
Otros mas moderados como Fray Martín de Córdoba dice que “cuando una mujer es casta, su virtud resplandece de una forma especial” [5]aunque reconoce, menos indulgente que “el numero de mujeres honestas no es muy elevado.”[6]
La falta de castidad, según los antifeministas conducía a la deshonra familiar y que por eso, dado que la mujer era a gran tentadora, el arcipestre de Talavera, acérrimo misógeno, aconsejaba educar a los niños separados de la niñas aun cuando fueran hermanos.
Otra de las virtudes de la mujer debía ser la honestidad, pero no solo debía ser honesta sino además, parecerlo. Para ello no debía hacer visitas sin la compañía de otra señora y siempre, con el permiso del marido; no debía sonreír mucho a riesgo de parecer frívola; sus visitas, aun cuando fueran a la familia no deberían ser frecuentes pues podría ponerse en duda los motivos de las mismas.
Era menester que su trato fuera dulce y suave para con los demás y su risa y plática discretas, sobretodo en presencia de los varones pues podría malinterpretarse.
El aspecto intelectual en la mujer era elitista; solo un reducido numero de ellas pertenecientes a las clases mas altas sabían leer y escribir, debido a que tenían que aprenderlo a través de profesores casi siempre varones pues la mujer que se dedicaba a aesta profesión era mal vista por la sociedad.
Por lo que respecta a la salud al no existir mujeres médicos las visitas al doctor eran sumamente limitadas y solo en caso de extrema necesidad.
En su ambiente familiar la mujer antes del matrimonio estaba sujeta a la tutela paterna, y eran educadas para ser doncellas virtuosas y una vez casadas, esposas virtuosas.
Los matrimonios, en casi todos los casos, eran arreglados según la conveniencia económica, política, o social por los padres de ambos contrayentes.
El amor, como tal se consideraba inexistente y solo como reflejo de deseo carnal, dado que no se concebía la atracción espontánea, sino como producto de la convivencia y el trato diario.
La mujer, sometida siempre a sus padres debía estar preparada para extender este sometimiento a su esposo. Una buena y sumisa esposa debía ser piadosa y misericordiosa con los pobres, levantarse temprano y dedicarse a los oficios propios de su sexo con diligencia y con medimiento y, no despilfarrar ni desperdiciar los haberes del esposo.
La maternidad, era considerada como garantía de la estabilidad matrimonial e incluso se concedía al varón el derecho de repudiar a la mujer y obtener el libelo de divorcio en los casos de infertilidad femenina.
La crianza de los hijos era papel de la madre prescindiendo, en lo posible, de nodrizas, puesto que estas podrían transmitir al niño, mediante la lactancia parte de sus vicios o malos hábitos.
Como prototipo del ambiente familiar del siglo XV el cuadro de Jan Van Eyck “Los Desposorios de los arnolfinni” fechado en 1434, causó en mi profunda impresión pues lo considero una obra impregnada de humanismo, ya que representa al mercader italiano Arnolfinni tomando de la mano as novia Giovanna Cenami, en la intimidad de su alcoba y en la presencia de ella es un
claro reflejo de la mujer descrita en este trabajo como valuarte de modestia, dulzura y humildad de una esposa medieval.
[1] Caballero de la Tour Landry Libro para la enseñanza de sus hijas. Historia de la vida privada (2004)
[2] María del Pilar Rábade Obradó (1980) El arquetipo femenino en los debates intelectuales del siglo XV Europeo. P 264
[3] María del Pilar Rábade Obradó (1980) El arquetipo femenino en los debates intelectuales del siglo XV Europeo. P 271.
[4] María del Pilar Rábade Obradó (1980) El arquetipo femenino en los debates intelectuales del siglo XV Europeo. P 271.
[5] Fray Martín de Cordoba p 116 La exigencia de la castidad.
[6] Fray Martín de Cordoba p 107 La exigencia de la castidad.
http://cv.uoc.edu/~04_999_01_u07/percepcions/perc48.html
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