¡Hola de nuevo! Ya pensaba cerrar el blog cuando vi el post de Sofia que habla de White, simplemente les quería compartir mi ensayo final de Teoría II que trató precisamente sobre White.
La elaboración de este ensayo surge a partir de la premisa de Sonia Corcuera, quien plantea que para Hayden White “sólo a través de las estructuras del lenguaje [...] se puede entender la historia y dar cuenta de sus procesos [...] la historia queda reducida a las diferentes formas de usar el lenguaje”.[1] Y tiene como propósito explicar por qué el autor narrativista privilegia las estructuras del lenguaje en la historia, así como los grados de veracidad dentro de un discurso.
Para White el discurso está determinado por una comprensión teórica, la cual se lleva a cabo mediante la tropología; un análisis del texto, el cual por medio de las figuraciones, conlleva a un significado producido por la imaginación del lector. El tropo –medio de escritura de cualquier autor- capta la realidad que éste quiere reflejar en su texto. Es en ese momento cuando se realiza la narración.
Los anales del Medioevo se caracterizan por ser un listado de años en el que se refieren aquellos sucesos que de algún modo u otro marcaron a la sociedad en cierto momento; es decir, son solamente crónicas, en las que únicamente aquellos elementos que los historiadores de la época consideraron importantes están presentes. No hay narración en este tipo de práctica. No hay tropo alguno que enlace un elemento con otro, o que le dé un sentido de carácter útil a los datos.
Es sólo cuando se rompe el paradigma de la historia como maestra de vida, que surge la necesidad de los nuevos historiadores de encontrar un sentido a los elementos referidos. Así aparece la narración, que es aquella que les da forma a los datos para integrar un discurso y no sólo presentar una aglomeración de datos.
“Cuando el historiador organiza los hechos como componentes de un espectáculo que tiene un inicio, un punto medio y un fin discernibles, la crónica se transforma en relato.”[2] Es el historiador quien tiene en sus manos la infinita posibilidad de dar un sentido a la crónica tramando su narración “como un relato de un tipo [...] determinado: novela, tragedia, sátira, épica o cualquier otro.”[3] El lector, conforme realiza su acción, va percatándose del giro que el autor ha decidido dar en su texto.
En el momento en que el historiador resuelve crear un discurso en torno a ciertos datos, comienza a crear una realidad correspondiente a la información que maneja y a la vez, “hacerlos en cierto modo disponibles para las técnicas de explicación e interpretación elegidas [...] para su explicación.”[4] En este proceso debe ser capaz de recrear la realidad que desea por medio de un lenguaje figurativo. De esta manera, el autor trama los hechos de modo que en su narrativa refleja su ideología, así como su contexto.
La consistencia lógica, es decir los elementos de investigación –por así llamarles-, que el historiador acumula para realizar su discurso, adquieren su narratividad en el momento en el cual el autor da consistencia al texto: Define qué estilo utilizará, qué ideología lo guiará, de qué manera presentará sus argumentos.
Este proceso, inconsciente, determina la lingüística que caracterizará el discurso. “Cualquier representación histórica de la realidad debe, creo, tratar de explicar los acontecimientos históricos representándolos como si tuvieran la forma y la sustancia de un proceso narrativo.”[5]
Como he mencionado antes, la narratividad del autor designará el giro del relato. No se trata simplemente una representación de hechos sucedidos en determinado tiempo, sino una serie de revelaciones que el historiador presenta a través de su propio metalenguaje, con los elementos de la teoría de los tropos.
La representación de los acontecimientos históricos trae consigo una relatividad de lo narrado. En otras líneas de la teoría de la historia, la narratividad es la contención de sucesos históricos escritos de cierta forma correspondiente a la contemporaneidad del autor. Para White, “Los relatos [...] son entidades lingüísticas y pertenecen al orden del discurso.”[6] No son solamente narraciones que van a describir elementos fácticos, es decir, acontecimientos históricos, sino que también constan de un enfoque retórico. Es por eso que el autor da mayor importancia a la forma que al contenido. Para él, lo que tiene más valor en su postura son los elementos tropológicos, con los cuales se crea el texto, independientemente de aquello que quiere tratar en el discurso.
Retomemos, pues, el tema de la veracidad en el texto. Nos encontramos aquí con una problemática pues si las narraciones históricas son sólo estructuras del lenguaje, entonces ¿podría la historia ser solamente literatura? El mismo White nos propone una respuesta para dicho problema:
“Sólo si uno iguala el escrito literario con la mentira o la falsificación y niega a la literatura cualquier interés en representar la realidad de un modo realista…”
Y añade: “…Esto nos permite equiparar la historia con la ciencia moderna, en tanto se ha dicho que esta última está menos interesada en determinar la verdad acerca del mundo que en determinar su ‘realidad’.[7]
Hayden White nos dice, entonces, que el reflejo de la propia realidad del autor plasmado en la narración es más importante o tiene mayor carácter de validez ante el intento de veracidad que algunos autores pretenden. Esto se debe a que ningún historiador tendrá jamás los elementos necesarios para describir lo que verdaderamente pasó. En principio, debido a la atemporalidad que separa al hecho del historiador, y en segundo lugar, porque la observación del hecho depende del punto en el cual el autor esté parado.
Sonia Corcuera nos aclara esto de un modo sencillo: “A pesar de los esfuerzos hechos al escribir para revivir un momento de la historia y poseerla, el historiador sabe que esa historia nunca se le entrega totalmente”.[8] Por lo tanto, no hay un elemento propiamente auténtico de validez en los relatos históricos; no obstante, esto no le resta autenticidad a la narrativa histórica, pues trata de “explicar los acontecimientos históricos representándolos como si tuvieran la forma y la sustancia de un proceso narrativo”.[9]
Hemos llegado al punto de la explicación y la interpretación que derivan del discurso. La explicación es el objetivo de todo historiador moderno en su narración. No debe pretender representar tal cual la realidad siendo objetivo, debido a que no podrá separase de sus a prioris, que lo determinan. Por el contrario, cuando se realiza la explicación de un suceso histórico o de determinada época, se puede hacer de diferentes maneras argumentativas, sin que esto signifique que uno sea más verdadero o válido que otro. Son simplemente modos distintos de argumentar, explicar, tramar y reflejar una ideología. Todo depende de la selección que hace el historiador de los hechos que va a narrar, pues es posible que personalmente considere algunos más relevantes que otros, “y esta consideración nos permite preguntarnos qué tipo de noción de la realidad autoriza la construcción de una descripción narrativa de la realidad”[10]
Con base en las consideraciones aquí expuestas, puedo concluir que White antepone las estructuras del lenguaje debido a que para él son éstas las que autentifican el discurso realizado. No hay un grado como tal de veracidad que valide al texto, no hay narrativas falsas, sino narrativas mal relatadas.
Por ello, es la narratividad del autor aquella que le da el enfoque que el historiador nos ofrece como reflejo del momento contemporáneo, más allá de la validez del texto.
Bibliografía.
White, Hayden. El texto histórico como artefacto literario, Barcelona, Paidós /ICE /UAB, 2003, 252 pp.
Corcuera de Mancera, Sonia. “Tiempo, historia y relato: Paul Ricoeur. La historia como expresión literaria: Hayden White” en Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX, México, FCE, 1997, pp. 349- 388.
White, Hayden. “El valor de la narrativa en la representación de la realidad” en El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992, pp. 17-42.
[1] Sonia Corcuera de Mancera, Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX, México, FCE, 1997, p. 361.
[2] Ibídem, p. 363.
[3] Hayden White, El texto histórico como artefacto literario, Barcelona, Paidós /ICE /UAB, 2003, p. 116.
[4] Ibídem, p. 47.
[5] Ibídem, p. 48.
[6] Ibídem, p. 190.
[7] Ibídem, p. 54.
[8] Sonia Corcuera, Voces y silencios... op. cit., p. 376.
[9] Ibídem, p. 48.
[10] Hayden White, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992, p. 25.
Ana Rocío Hernández Santes
sábado, 13 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
Un blog no es un espacio para publicar ensayos. No siquiera se puede leer por el formato.
hola! me parece fantástico que se publique un ensayo en un blog. Y el txt está muy bueno! Felicitaciones a quien lo escribio! saludos, Claudia
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