miércoles, 10 de septiembre de 2008

Investigación y difusión en México

He conseguido un libro escrito debido a la conmemoración de los cincuenta años de la fundación de Investigaciones Históricas de la UNAM. Se organizó un coloquio en Guanajuato en 1996 con investigadores representantes de las universidades más prestigiosas tales como la UNAM, la Universidad de Texas, Universidad Anáhuac, INAH, El Colegio de México y la Universidad Iberoamericana entres otras. (El Doctor Luis Vergara fue en representación de nuestro departamento en aquellos días).
Los temas expuestos en el libro son variados. Los primeros capítulos están dedicados en su mayoría a la Teoría de la Historia. Sin embargo, en el tercer capítulo llamado Liaisons dangereuses: memoria y olvido historiográfico México- Estados Unidos, se exponen argumentos actuales sobre la labor de investigar en México comparada con la de Estados Unidos y encontré algunos puntos curiosos. Extraje de dicho texto las siguientes citas:
“ Las relaciones peligrosas de las que vengo hablando tienen por escenario un marco institucional lleno de paradojas. Enumero tan solo tres: leer y bibliotecas, estudiar e instituciones y publicar y editoriales.
Leer y bibliotecas: escribir historia de México se facilita mucho en las bibliotecas de california, de Texas, de Boston, de Cambridge, adonde uno puede ir y no hay necesidades hablar inglés. Ahí uno puede fotocopiar y disponer de material de manera exactamente inversa a la pensó dificultad con la que un lector cualquiera espera una hora para recibir un libro en cierta buena biblioteca del Ajusco. Claro, en Estados Unidos, don dinero es poderoso caballero, pero no necesariamente tenía que ser ilustrado. Dineros han ido y venido en México y de libros nada. No dudo en decirlo: la influencia más importante de la historia profesional estadounidense en la historiografía mexicana ha sido la accesibilidad bibliográfica. ¿Qué se roban bibliotecas mexicanas? Las compran, y uno se pregunta si existirían algunas colecciones en México si nunca hubieran sido compradas.
Estudiar e instituciones: en los años noventa, la influencia más importante de la escuela historiográfica estadounidense no está en los contenidos sino en las formas institucionales. A la manera como los historiadores norteamericanos de fines del XIX viajaban a Alemania a copiar el estilo de los doctorados y seminarios germánicos, las ciencias sociales y la historia mexicana ya va para más de treinta años que viajan rumbo al norte en busca del estilo norteamericano de organización del conocimiento (...) los esfuerzos institucionales de los grandes maestros de la historiografía mexicana de la posguerra lograron consolidar dos o tres instituciones de primera, dos o tres programas de doctorado, una editorial. Pero los años de inconsistencia, descuido y patanería institucional han creado muy pocos nuevos centros y sí han debilitado muchos que con grandes esfuerzos subsisten. Uno esperaría grandes contactos académicos entre instituciones de Estaos Unidos y México. Sin embargo, no ocurre así.

Publicar y editoriales: en la academia norteamericana se oye aquella famosa leyenda: publicar o morir (publish or perish) (…) Se publica toda suerte de sinsentidos pero, eso sí, en impecable vestido y jerga académica (…) en la mayoría de los casos, el autor nunca ve la cara de sus editores. Ayuda, pero no es necesario ser amigo de nadie. Una vez publicados, los libros salen al mercado; las editoriales se encargan de la distribución en el mundo del habla inglesa. En México, un historiador sin nombre tiene que pasar muchas horas café, horas grilla, horas ruego, horas contacto y horas trabajo para conseguir publicar su manuscrito. En la mayoría de los casos, el joven historiador acaba vendiendo su alma si no al diablo sí a alguna secretaría de Estado, a un contacto pesado o a alguna de nuestras cosas nostras intelectuales. Para publicar hay que ser amigo de alguien. Las editoriales universitarias, algunas de las cuales han publicado libros importantísimos para la historia de México, no parecen tener un criterio firme y publican lo mismo un homenaje a “ilustres” mexicanos como José Francisco Ruíz Massieu o los realmente indispensables trabajos de don Edmundo O’Gorman. Otras editoriales universitarias tienen la “sabia” política de sólo publicar a los de casa. Existen dos o tres editoriales no universitarias serias, con arbitrajes, pero aún ésas requieren de sus horas grilla y contactos. Ya aceptado, un libro que viene de por ahí cerca de la Hacienda de Anzures tarda seis meses en salir. Otro que viene de algún cubículo universitario puede tardar entre tres o cinco años. Una vez publicado el libro, pocas editoriales mexicanas incluyen entre sus obligaciones la distribución. Pero ya que el historiador es famoso, y conocido, son muchos los incentivos para publicar todo, incluso cartas de amor, memorandos de oficina y listas de supermercado. Entonces se multiplican las posibilidades de morir intelectualmente con tal de publicar todo lo que se pide. Y, además, el hambre es canija. Así, estamos en el publish or perish vs perishing to publish to perish.”

Éste discurso de Mauricio Tenorio Trillo, representante de la Universidad de Texas, no es el único que critica la forma de conducirse de las instituciones mexicanas dentro del libro.
Si les interesa, la bibliografía es:
Von Wobeser, Gisela (coord.) Cincuenta años de investigación histórica en México, 2ª ed. Instituto de Investigaciones Históricas UNAM, México, 1998.
Lo encuentran en la biblioteca de nuestra universidad con la clave F1224 C46 1998

1 comentario:

Priscilla H. H. dijo...

Qué interesante reflexión, habría que conseguir el libro para leerla toda.